18.5.08


La responsabilidad

Pensé que si perdíamos iba a ser mi culpa. No postee antes del clásico como lo venía haciendo y creí que el frágil equilibrio de la cábala podría romperse. Por suerte ganamos otra vez; gracias equipo, gracias Pincha del alma.

Pensé que el corazón se me iba escapar por la boca. Hace tiempo que no sentía un nerviosismo que me atravesara todo el cuerpo. El penal sobre la hora del primer tiempo fue un estacazo, la salida posterior de Angeleri fue la confirmación de que la tarde sería durísima. Ahí estaba su oportunidad, servida en bandeja, pero el miedo los paralizó. Es miedo lo que tienen, arrugan frente a nosotros, débiles, retroceden ante el fuego sagrado pincha.

Con uno menos, con dos menos, siempre adelante. Y parece que te vas a quedar seco en cualquier momento. No podés estar afuera, no podés ser indiferente, está siempre la invitación a participar de la misa (en el más puro sentido ricotero) y a poner el alma a disposición de los designios universales. Somos instrumentos, somos la escritura de una narrativa heroica.

Me pregunto qué significa todo esto, quiero saber qué nos quisieron transmitir desde las dimensiones superiores. Estamos tan cerca, y los sentimos, en cierta medida lo sabemos, pero no podemos entenderlo del todo. 7 a 0, con uno menos, con dos menos, con robo, en una gamba, con baile, con huevos, con goce, con lágrimas. Mil modos distintos de ser, siempre está la marca pincharrata.

Me pregunto por qué para nosotros tanto, tanta felicidad, tanta gloria, tanta grandeza. Campeonatos acá y allá, resistencia, mística, garra, huevos, bidón, triunfos, copas, reconocimiento, héroes que dejan todo para volver y ganar (y encima humillan al contrario cuatro veces al hilo), marca, ideología, historia, tradición, memoria. De su lado sólo limones, tortas, salames, casi goles, casi campeonatos, ídolos mediocres que se niegan a volver, impotencia, resentimiento, rencor, veneno, dirigentes impresentables.

La línea es clara, indiscutible. Ser grandes no es sólo una verdad, también es una responsabilidad. Es una misión que tenemos que llevar adelante. Transmitir esto, esta comunión mísitica. Plantar bandera frente al arrebato del poder, frente al avasallamiento de la estructura oponer el núcleo. La concentración de poder sobrenatural pincha contra el aparato. La resistencia querrillera bidonista contra las maniobras del establishment. Uno, dos, tres, mil Vietnam. Uno, dos, tres, mil Pinchas. En todos lados, el grano en el orto de los dueños de la torta.

Algunas palabras para el Lechuga. Agradezco no haberlo puteado nunca en estas páginas. Confieso que muchas veces tuve ganas de hacerlo pero me contuve con la esperanza de un día como el de ayer. Por suerte lo hice porque si hubiera caído en la tentación del insulto gratuito y sinsentido no me lo habría perdonado jamás. Maggiolo es historia pincha, sin más, y ayer la verdad universal salió a la luz. A los que hicieron un blog anti Lechuga todo mi desprecio.

En post anteriores expresaba mi desconsuelo por el partido perdido contra los ecuatorianos, pero es increíble como este equipo se reinventa día tras día. Demasiado para mí, demasiado para una razón limitada, sólo puedo entenderlo con el corazón místico pincha.

El campeonato está ahí amigos, lo podemos ver. Sabemos lo duro que es, sabemos todo lo que nos falta. Sabemos que este clásico nos tiene que servir para redoblar la concentración, para seguir en estado de alerta, para afilar las garras agazapados y en el momento preciso atacar voraces. Nuestro capitán lo dijo: todavía no ganamos nada.

Un triunfo heroico, cinco partidos de ventaja. La alegría continúa y continuará. La frase común, que resuena como un eco infinito es Qué lindo es ser del Pincha. Y es así, así debe ser.

Gracias Lechuga por la tarde de ayer. Gracias Caldera por volver, la alegría es completa.

6.5.08


Así debe ser

¿Podremos?, pensé en el entretiempo. Si eso pasaba creí que iba a ver el mundo de manera distinta. No fue así y pese a todo sigo creyendo en la magia. Por primera vez Cerca de las Puertas publica un post desolador. No esperen aquí mensajes de esperanza -aunque los hay-, no esperen las habituales arengas a seguir adelante -aunque saben que hay que seguir igual-. Acá compartimos nuestra tristeza, ese sentimiento tan genuino que sólo se comparte entre quienes se saben unidos, entre quienes sienten esa marca identitaria a fuego. A miles de kilómetros de distancia, en todo el globo, expresábamos el mismo gesto de desolación que quienes estaban en la tribuna. Tristeza, un momento triste estamos viviendo. Como todo en Estudiantes, esto también se vuelve un rito sagrado. Así como en la heroicidad rendimos tributo a los guerreros, en el duelo debemos hacerlo de la misma forma.

Tristeza por todos nosotros y tristeza por Verón. El vino a esto, lo sabemos. Y se va mirando el piso. No me voy a detener en su grandeza ni en su dignidad. Lo dijimos mil veces, lo mismo del equipo. Seguramente será un momento lindo para mentes pequeñas, el regocijo de los mediocres que con todo derecho - minúsculo- saldrán al espacio público a disfrutar de un breve momento de felicidad antes de su inminente desaparición. No sé a ustedes, a mí me chupa un huevo lo que digan. Ni siquiera me desvelan los próximos compromisos con Boca y con los otros. Insisto en el momento, en la sensación. En la ritualización del dolor, en la conversión a lo sagrado. No hay revanchas, no hay un después, la gran meta no promete otra posibilidad. Es así y hay que aceptarlo. Y ese dolor horada, se filtra en las grietas de nuestro cuerpo endeble, perfora nuestra estructura nerviosa, y si aún así seguimos de pie nos volvemos sabios. Más sabios de lo que ya somos. Crecemos en el camino místico. Los que se preguntan dónde está nuestra mística les contestamos que en un lugar recóndito, intrincado, lejos del alcance de la mayoría. Juntos, unidos, más cerca de las puertas que nunca, estamos ante esta tristeza y la sentimos, la sufrimos. Y así debe ser.