26.12.06


Tinelli en Babilonia


Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba el pan y no me decapitaban; traficaba toneladas de drogas y nadie me perseguía; fumaba una pipa sagrada y era condenado, de pronto, a cadena perpetua. He conocido lo que ignoran otros: la incertidumbre.

Debo esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicas ignoran o que obra en ellas de modo imperfecto y secreto: Tinelli.

No he indagado su historia; sé que los magos no logran ponerse de acuerdo; sé de sus poderosos propósitos lo que puede saber de la luna el hombre no versado en astrología. Soy de un país vertiginoso donde Tinelli es parte principal de la realidad: hasta el día de hoy, he pensado tan poco en él como en la conducta de los dioses indescifrables o de mi corazón. Ahora, lejos de Babilonia y de sus queridas costumbres, pienso con algún asombro en Tinelli y en las conjeturas blasfemas que en el crepúsculo murmuran los hombres velados.

Mi padre refería que antiguamente —¿cuestión de siglos, de años?— en pleno día se verificaban jodas: los agraciados recibían, sin otra corroboración del azar, monedas acuñadas de plata. El procedimiento era elemental, como ven ustedes.

Naturalmente, esas “jodas” fracasaron. Su virtud moral era nula. No se dirigían a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza. Ante la indiferencia pública, los mercaderes que fundaron esas jodas venales comenzaron a perder el dinero. Alguien ensayó una reforma: la interpolación de unas pocas jodas adversas. Ese leve peligro despertó, como es natural, el interés del público. Los babilonios se entregaron a las jodas.

Instado por los jugadores, Tinelli se vio precisado a aumentar las jodas adversas; de esa bravata de unos pocos nace el todopoder de Tinelli: su valor eclesiástico, metafísico.

Nadie ignora que el pueblo de Babilonia es muy devoto de la lógica, y aun de la simetría. Era incoherente que las jodas faustas se computaran en redondas monedas y las infaustas en días y noches de cárcel. Algunos moralistas (pagados por Tinelli, según sus repugnantes detractores) razonaron que la posesión de monedas no siempre determina la felicidad y que otras formas de la dicha son quizá más directas.

Otra inquietud cundía en los barrios bajos. Los miembros del colegio sacerdotal multiplicaban las jodas y gozaban de todas las vicisitudes del terror y de la esperanza; los pobres (con envidia razonable o inevitable) se sabían excluidos de ese vaivén, notoriamente delicioso. El justo anhelo de que todos, pobres y ricos, participasen por igual de Tinelli, inspiró una indignada agitación, cuya memoria no han desdibujado los años. Algunos obstinados no comprendieron (o simularon no comprender) que se trataba de un orden nuevo, de una etapa histórica necesaria...

Hubo disturbios, hubo efusiones lamentables de sangre; pero la gente babilónica impuso finalmente su voluntad, contra la oposición de los ricos. El pueblo consiguió con plenitud sus fines generosos. En primer término, logró que Tinelli aceptara la suma del poder público. En segundo término, logró que la joda fuera secreta, gratuita y general.

Ya iniciado en los misterios de Bel, todo hombre libre automáticamente participaba de las jodas sagradas. Las consecuencias eran incalculables. Una joda feliz podía motivar su elevación al concilio de magos o la prisión de un enemigo (notorio o íntimo) o el encontrar, en la pacífica tiniebla del cuarto, la mujer que empieza a inquietarnos o que no esperábamos rever; una joda adversa: la mutilación, la variada infamia, la muerte. Pero ¿cómo saber cuándo una joda es feliz o adversa?

A veces un solo hecho —el tabernario asesinato de C, la apoteosis misteriosa de B— era la solución genial de treinta o cuarenta jodas. Combinar las jodas era difícil; pero hay que recordar que los secuaces de Tinelli eran (y son) todopoderosos y astutos. Sus pasos, sus manejos, eran secretos.

Increíblemente, no faltaron murmuraciones. Tinelli, con su discreción habitual, no replicó directamente. Prefirió borrajear en los escombros de una fábrica de caretas un argumento breve, que ahora figura en las escrituras sagradas. Esa pieza doctrinal observaba que Tinelli es una interpolación del azar en el orden del mundo y que aceptar errores no es contradecir el azar: es corroborarlo.

Por inverosímil que sea, nadie había ensayado hasta entonces una teoría general de las jodas. El babilonio es poco especulativo. Acata los dictámenes del azar, les entrega su vida, su esperanza, su terror pánico, pero no se le ocurre investigar sus leyes laberínticas, ni las esferas giratorias que lo revelan. Si Tinelli es una intensificación del azar, una periódica infusión del caos en el cosmos, ¿no convendría que el azar interviniera en todas las etapas de la joda y no en una sola?

Bajo el influjo bienhechor de Tinelli, nuestras costumbres están saturadas de azar. El comprador de una docena de ánforas de vino damasceno no se maravillará si una de ellas encierra un talismán o una víbora; el escribano que redacta un contrato no deja casi nunca de introducir algún dato erróneo; los constituyentes que redactan una Constitución omiten artículos fundamentales o agregan otros extravagantes. Si alguien encuentra a la mujer de su vida, o la pierde; si alguien gana la lotería, o tiene un hijo minusválido; si alguien ejerce como fiscal o juez y ni siquiera es abogado... ¿no será todo una joda de Tinelli? Yo mismo, en esta apresurada declaración, he falseado algún esplendor, alguna atrocidad.

En la realidad, el número de jodas es infinito.

También hay jodas impersonales, de propósito indefinido: una decreta que se arroje a las aguas del Éufrates un zafiro de Taprobana; otra, que desde el techo de una torre se suelte un pájaro; otra, que cada siglo se retire (o se añada) un grano de arena de los innumerables que hay en la playa; otra, que gane las elecciones el candidato más repulsivo. Las consecuencias son, a veces, terribles.

Nuestros historiadores, que son los más perspicaces del orbe, han inventado un método para corregir el azar; es fama que las operaciones de ese método son (en general) fidedignas; aunque, naturalmente, no se divulgan sin alguna dosis de engaño. Por lo demás, nada tan contaminado de ficción como la historia de Tinelli... Un documento paleográfico, exhumado en un templo, puede ser obra de la joda de ayer o de una joda secular. También se ejerce la mentira indirecta.

Tinelli, con modestia divina, elude toda publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos; las órdenes que imparte continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores. Además, ¿quién podrá jactarse de ser un mero impostor? El ebrio que improvisa un mandato absurdo, el soñador que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme a su lado, el que vota a un candidato aparentemente opositor, ¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de Tinelli?

Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de conjeturas. Alguna abominablemente insinúa que hace ya siglos que no existe Tinelli y que el sacro desorden de nuestras vidas es puramente hereditario, tradicional; otra lo juzga eterno y enseña que perdurará hasta la última noche, cuando el último dios anonade el mundo. Otra declara que Tinelli es omnipotente, pero que sólo influye en cosas minúsculas: en el grito de un pájaro, en los matices de la herrumbre y del polvo, en los entresueños del alba, en un plan quinquenal. Otra, por boca de heresiarcas enmascarados, que no ha existido nunca y no existirá. Otra, no menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que una infinita sucesión de jodas de Tinelli.


(Interpolaciones en “La lotería en Babilonia”, de Jorge Luis Borges.)


Publicado en revista La vereda de enfrente, núm. 11, Buenos Aires, septiembre de 1997.

15.12.06


La 2
Ya pasó un día de la gloriosa hazaña que alcanzamos. Un campeonato que llega a su fin y un enorme logro. La tranquilidad del deber cumplido, de una mirada calma y en paz porque somos los campeones. La gloria, la enormidad por delante, la pasión exacerbada que sale por los poros, el grito afónico y la felicidad inabarcable. Las ganas de abrazarse con todos, el festejo rodeado de bosteros en el bar Alcalá de Corrientes y Salguero. La pregrinación de las camisetas rojiblancas, el rito pagano. La invocación a los ángeles pinchas, las mil y una cábalas. El tiro libre al ángulo de Sosita, el desahogo, la esperanza. El miedo de los bosteros que se veía a lo lejos. El empuje de todos, el Chapu. La Bruja lesionado que seguía en cancha conduciendo al equipo, haciéndose cargo de una responsabilidad que le abrió las puertas del libro dorado de la historia (en donde el tiempo se detiene). Caldera, un jugador que me encanta y que espero se quede para siempre con nosotros, lo miraba desde afuera y sufría. El Cholo ya era pincha. Mambrú que jugó bien y le tapó la boca a muchos, empezando por mí. El tiempo que corría y nos habíamos apropiado de la certeza que ese partido ya era nuestro. El devenir. El error de Cahais y el Tanque que se llenaba los pulmones de gol. La tribunas que corrían, que saltaban, que agitaban, que alentaban, que aguantaban, y el campeonato que estaba ahí. Lo veíamos, lo tocábamos. En el bar con Dani mirábamos pasar las agujas del reloj y al lado un gallina que me felicitaba. La cara de los bosteros era de pánico y las puteadas a La Volpe. La segunda, la tercera, la cuarta cerveza y la vejiga que iba a explotar pero no había forma de ir al baño: cualquier movimiento podría ser letal. Nos cascoteaban el rancho y Andújar respondía. Pezzotta pitó, somos campeones -campeones- y los recuerdos que me envolvieron. Años 82 y 83 y la tapa del Gráfico autogriafada por Bilardo y Pachamé (ni idea dónde está ahora). El gol de Brown que oí por radio en la casa de mi tía en Boulogne. Mi propia tradición pincha, mi abuela, mi viejo, y ahora mi hija. Los ángeles pinchas que hicieron posible esto. Y un tipo que jugaba como yo siempre quise jugar, lo imitaba: era horrible pero quería jugar como él porque fue lo más pincha que conocí. Un tipo que raspaba, que rompía, que la reventaba a la tribuna. Un tipo que aguantaba, que mojaba, y que un día, así nomás, se fue. Usaba la 2 en la espalda y se llamaba Ruso Prátola. Este campeonato es para vos.

11.12.06


Desde adentro

Alguien dijo que el destino ya está escrito y parece que es así, que hay que entregarse a sus caminos insondables. Esta vez la alineación astral designó la victoria y la gloria para Estudiantes y tenemos que aceptarlo sin ningún tipo de análisis. Además, resignación ante la posibilidad de brindar alguna explicación: no hay razones, no hay conceptos. Hay, sí, sentimientos, emociones, felicidad en estado puro. Nos acercamos a la Dimensión Pincha: sufrimiento, combustión orgánica, y al final un goce extremo.
Ayer estuve en la cancha, sentí desde adentro la energía que recorrió el Estadio Único. Estuve adentro, en sus vísceras, lo sentí latir, vivir. Eramos 35 mil hinchas dentro de un organismo que creía, había una fe poderosa que llevaba al equipo hacia adelante, una fuerza superior que lo movilizaba y que aterraba al rival que intuía en su futuro cercano a la derrota. Eramos todos uno, una comunión mágica, inmensa. Religión popular. Energía y el milagro que sobrevolaba.
Los ojos puestos en el partido y los oídos en la Bombonera. El gol de Palermo que no nos hizo bajar los brazos, mientras el equipo iba e iba y lo bola que no quería entrar. Los jugadores atentos, poniendo, quitando, empujando, corriendo, picando. La Bruja preciso y fino en los momentos más calientes, demostrando que es el dueño de la magia y que la batalla contra la mediocridad argenta es hasta el final, hasta alcanzar la victoria y la gloria . El Tanque, imparable como siempre, aterrorizando a los defensores de Arsenal y a todos los bosteros para el partido del próximo miércoles.
Primer gol de Lanús y todos festejamos. Segundo gol y delirio, parecía que íbamos a dar nuestros dientes contra el pasto. Se venía todo abajo y la energía que había en ese momento hacía que una explosión fuera inminente. El milagro que sobrevolaba y Caldera que con una amarilla se quedaba fuera de la final. Injusto, lamentable por todo lo que significa para todos este patriarca. No importa, su espíritu 9 rojo y blanco está, estará por siempre junto a todos.
El milagro y una paloma que volaba cerca del arco de Orcellet, volaba y volaba. Y un minuto más tarde la pelota fue a dar en la cabeza de Agustín, travesaño y la red infladísima. Locura, lágrimas, emociones, grito con la garganta en carne viva. Nos abrazábamos con los conocidos y con los desconocidos, qué más daba si sabíamos que éramos uno sólo, no había partes, había un todo, una totalidad que iba al frente y no había poder que pudiera detenerlo. No exagero si digo que todo hervía, el calor era soporífero y la cancha era una olla a presión. Los hinchas de Arsenal eran unos pocos que miraban como se estaba gestando la hazaña sin nada que ellos pudieran hacer. Lo que muchas veces leyeron en las crónicas épicas estaba pasando delante de sus ojos, lo estábamos viviendo nosotros en el cuerpo.
El cosmos esta vez dijo sí. En el post anterior expresé mi incredulidad ante su mensaje pero intuía que había que aceptarlo porque escondía el pasaje para esta final. Te quita y te da, era la sospecha de Verón. Alayes pidió disculpas por ese fatídico gol de Choy y prometió que se tomaría revancha contra Arsenal. Crean, dijo el Cholo. Y así sucedió; como si la letra escrita en los papiros del destino pudiera ser leída por los ojos que ven, con ojos que tienen un poder divino para ver. Y sí, es magia.
La otra vez también recuperaba un momento de El Hombre de la Esquina Rosada. Se trata de una situación que puede ser asociada a la actualidad de nuestro campeonato. Esto es algo curioso si pensamos que Borges detestaba el fútbol; sin embargo tenemos por un lado a un Boca que como el pendenciero que creía copar la parada se echa hacia atrás en el momento en que tenía que demostrar su valor, y por otro, al cuchillero que se planta, que desafía y se va airoso ante los calzones caídos del rival. Al final y por la espalda el cuchillazo artero que en el cuento significa la muerte, pero que en la Dimensión Pincha es resurrección y ascenso a los cielos. Es borgeano y también es bíblico (algo que los eruditos no encuentran para nada contradictorio), alguien mencionó ese aspecto en este blog haciendo referencia al significado sagrado del número 7 y los goles que le hicimos a los triperos.
Siguiendo con Borges y hacia una búsqueda inviable de algún sentido. La presencia del destino como una escritura ya establecida. «El íntimo cuchillo en la garganta./ Un júbilo secreto. / Al fin me encuentro / con mi destino sudamericano». La idea de destino como laberinto misterioso y la convicción borgeana acerca de cómo todos los pasos que da el hombre sobre la tierra -un suelo propio- resultan vagamente inexplicables y conducen a un desafío final en el que algunos se envuelven en el ropaje del héroe para gestar la hazaña.
El milagro se dio y lo viví de adentro, prometí contarlo y lo hice como pude. Ayer los astros dieron la gloria a los pinchas. El miércoles nos espera la batalla final contra el enemigo más importante. Estamos cerca, más cerca de las puertas del campeonato que nunca.

4.12.06


¿Qué nos quisieron decir?

Los avatares del cosmos son casi siempre imprevisibles. Creí entenderlo todo hasta el minuto fatídico en el que entró la de Choy González. Sabía que había que sufrir, desesperarse, alterarse, retorcerse hasta lo intolerable. Aceptaba el tener que aguantarme el relato insufrible de Garófalo por Domingol porque la alternativa de los Bambinos Pons y Veira, como se imaginarán, no la manejé nunca como una posiblidad. Antes de que empezara el partido sabía todo esto y estaba dispuesto a aceptarlo.
Estudiantes siempre te coloca ante la instancia del sufrimiento. A esta altura eso ya es algo sabido y sabido era también que a la larga el gol del empate llegaría y el segundo también. Cosa que sucedió, en estricto orden cosmogónico, místico. Y sólo era hora de esperar, de festejar, de desatar la euforia, y escribir en el blog que no alcanzan las palabras para tanta alegría. Pero a los 46 del segundo tiempo, el zarpado de Choy González metió ese cabezazo y la mando a guardar a un ángulo recóndito para Andújar y el Cholo quedo en cuclillas mirando el pasto.
Nadie entendió nada. Hicimos lo de siempre, jugamos como siempre, pusimos las pelotas de siempre y al fin nos empataron. Yo cumplí con mis cábalas, lo ví en el mismo lugar e hice exactamente los mismo que contra Newell´s. Entonces, el primer movimiento es hacia una comprensión que es difícil encontrar. Tenemos un cabezazo artero totalmente antimístico frente a la poesía de los goles de Pavone y de una Brujita que asciende a dimensiones superiores. Y toda la energía positiva estaba puesta en los jugadores de remera rayada: era la fuerza del orgullo, de la resistencia, del último bastión guerrillero que queda en pie en este mundo dominado por el imperialismo mercantilista. Era la pasión de un puñado y la admiración de muchísimos que identificaron a Estudiantes como el cruzado que lucha por la gloria y por el campeonato. Y de repente, el alineamiento astral que nos envía su cruel designio, y nuestro pecho hundido lleno de desazón y una pena que desborda.
Del otro lado se escuchaban los ecos de la televisión. Las corporaciones y su parafernalia transmitían y se preparaban para una fiesta; que no pudo ser. Increíblemente Boca perdió contra un Belgrano que se agrandó y se animó a robarle algo más que un punto. A veces recuerdo ese tiro libre sobre la hora de Serrizuela que se le coló a Herrera y me pregunto qué hubiera pasado si la lógica se daba y le ganábamos a los piratas ese partido que tan bien controlado teníamos. Y casualmente algo parecido pasó hoy contra Boca, todos lo daban por perdido y le hizo un partidazo mandándolos a Buenos Aires cagadísimos para enfrentar a Lanús que viene encaminado.
Y vuelvo al mensaje cosmogónico, ¿qué nos quisieron decir los astros con ese gol de Choy? Algunos cultores del pensamiento fácil opinan que es una revancha por el 7 a 0 a Gimnasia. Otros, que la suerte ya se acabó, que la gesta de los héroes del equipo de Don Osvaldo se pudo alcanzar pero jamás superar. Con el correr del tiempo, ya visto los resúmenes de los partidos, las declaraciones y las opiniones de todo el mundo, intento atrapar algún sentido que me acerque a una respuesta. Y de aquí en más sólo hay pensamiento complejo, filosófico, el cual casi siempre es abordado de manera irresponsable.
Tan sólo quiero enunciar algunas líneas de reflexión que me aclaren, nos aclaren, el panorama. Creo que si perdíamos y Boca también lo hacía, lamentablemente éramos como Gimnasia: perdedores. En cambio empatamos, con la demostración habitual de huevos. Empatamos con un gol de nuestra insignia, la Brujita Verón, quien demostró que no se borra en las jodidas. Ese detalle menor ya nos coloca por encima de nuestros vecinos; en realidad ratifica la superioridad demostrada desde los inicios de los tiempos y que aquí sería aburrido volver a desarrollar.
Pero hay algo más que creo es lo más interesante. Recuerdo un notable cuento de Borges, El Hombre de la Esquina Rosada. Allí Francisco Real, el Corralero, es acuchillado al final de la fiesta por un naides mientras a Rosendo Juárez, el Pegador, el que era respetado por su coraje, se le afinaba la voz y demostraba toda su cobardía. Al Pincha se le presenta una situación parecida: desafía al matón y se va airoso, el otro moja sus pantalones en una demostración de juego vergonzante y pierde un partido imperdible; sobre el pucho, mientras clareaba, un ex tripero insignificante nos quiere lastimar por la espalda y lo logra, aunque no nos mata. Esa es la diferencia: Estudiantes vive, late y no precisa un velorio con dignidad.
Ese, creo, es el mensaje que el cosmos hoy se encargó de transmitirnos a todos los pincharratas. Estamos vivos y cumplimos el enorme objetivo de llegar con chances a la última fecha del campeonato. Boca no pudo festejar y se llena de miedos para jugar contra Lanús, mientras el Pincha desea con todo extender su vida hasta llegar a la gloria. Lo desea y se lo merece porque es absoluta justicia que gane, ganemos, este campeonato. Luego, un cálculo que hacía mientras íbamos ganando: si todo seguía así iba a ser imposible un partido de desempate contra Boca. Y eso es lo que pretendo por sobre todas las cosas, y el equipo también y estoy seguro de que todos los hinchas piensan lo mismo. Un mano a mano contra los bosteros para ver quién es mejor, un reto de cuchilleros . Y este resultado nos da esa chance, y creo que se dio para que eso suceda.