13.12.07


Del traidor y del héroe

Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así.

La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX. Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. El narrador se llama Ryan; es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado Fergus Kilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombre ilustra los versos de Browning y de Hugo, cuya estatua preside un cerro gris entre ciénagas rojas.

Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a semejanza de Moisés que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario de su muerte; las circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan, dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinado en un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador; los historiadores declaran que ese fracaso no empaña su buen crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía. Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades. Así, nadie ignora que los esbirros que examinaron el cadáver del héroe, hallaron una carta cerrada que le advertían el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César, al encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de sus amigos, recibió un memorial que no llegó a leer, en que iba declarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujer de César, Calpurnia, vio en sueños abatir una torre que le había decretado el Senado; falsos y anónimos rumores, la víspera de la muerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el incendio de la torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio, pues aquél había nacido en Kilvargan. Esos paralelismos (y otros) de la historia de César y de la historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten. Piensa en la historia decimal que ideó Condorcet; en las morfologías que propusieron Hegel, Spengler y Vico; en los hombres de Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigración de las almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que el propio César atribuyó a los druidas británicos; piensa que antes de ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio César. De esos laberintos circulares lo salva una curiosa comprobación, una comprobación que luego lo abisma en otros laberintos más inextricables y heterogéneos: ciertas palabras de un mendigo que conversó con Fergus Kilpatrick en día de su muerte, fueron prefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible. Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguo de los compañeros del héroe, había traducido al gaélico los principales dramas de Shakespeare; entre ellos, Julio César. También descubre en los archivos un artículo manuscrito de Nolan sobre los Festpiele de Suiza: vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas donde ocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos días antes del fin, Kilpatrick, presidiendo el último cónclave, había firmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre ha sido borrado. Esta sentencia no coincide con los piadosos hábitos de Kilpatrick. Ryan investiga el asunto (esa investigación es uno de los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma.

Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches. He aquí lo acontecido:

El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El país estaba maduro para la rebelión; algo, sin embargo, fallaba siempre: algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había encomendado a James Nolan el descubrimiento del traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables la verdad de la acusación; los conjurados condenaron a muerte a su presidente. Éste firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria.

Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda idolatraba a Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria. Sugirió que el condenado muriera a manos de un asesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión. Kilpatrick juró colaborar en ese proyecto, que le daba ocasión de redimirse y que rubricaría su muerte.

Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió escenas de Macbeth , de Julio César. La pública y secreta representación comprendió varios días. El condenado entró en Dublin, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefigurado por Nolan. Centenares de actores colaboraron con el protagonista; el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo. Las cosas que dijeron e hicieron perduran en los libros históricos, en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y con palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas.

En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare son los menos dramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama de Nolan... Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelve silenciar el descubrimiento. Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto.


Jorge Luis Borges, Ficciones, 1944

9.12.07


Se fue

Farías, Cavenaghi, el Loco Abreu, la vuelta del Tanque Pavone, unas fichitas por Mariano González, D`Alessandro. Imposibles, pedidos inverosímiles, quiméricos. Pareció más una estrategia que otra cosa, la construcción de un argumento que venía tomando forma desde hace tiempo. El Cholo se va, lo anunció y esa es su decisión. Tiene derecho a tomarla, pero lo hizo de la peor manera. Nos quedamos con ganas de saber por qué. Tanto nos dio, tanto le dimos, armamos una onda, lo quisimos, todavía lo queremos. El decía que Estudiantes lo emocionaba, ¿qué pasó Cholo?

Hubo un tiempo de silencio en Cerca de las Puertas, el sinsentido nos invadió, nos quitó las palabras, las letras. Permanecimos quietos, callados, absortos. Es difícil escribir, es difícil pensar. ¿En qué quedó aquella invitación a creer, el esfuerzo innegociable, la voluntad de ir siempre de frente, esa frontalidad tan característica del Cholo que rasgó distintivamente al Pincha de este último período?

Simeone se fue y no sabemos por qué. Nos dejó, nos abandonó sin dejarnos una explicación. No hay dudas de que la merecíamos. Merecíamos algo más que los dos minutos de conferencia de prensa de ayer. Mil veces más: ¿qué pasó Cholo? Seguramente la respuesta tardará en aparecer, tal vez jamás la sepamos y cuando eso pasa se abre la puerta al veneno del rumor. Evidentemente las grietas institucionales luego de la obtención del Apertura 06 se fueron engrosando y nadie fue capaz de parar la moto. Los problemas internos fueron corroyendo un panorama de solidez institucional hasta llegar a un estado de desgobierno.

Pongamos las cosas en su lugar: en este escenario hay una enorme responsabilidad del ahora ex DT porque manejó pésimamente el problema y se expuso al escarnio de los hinchas. La negligencia de la dirigencia también es determinante, imposible de soslayar. Comprendemos que los pedidos del Cholo eran imposibles de cumplir, pero la tortuga se les escapó una y otra vez. Nos robaron a Merlo, nos robaron a Burruchaga y ahora a Simeone. Las tres fueron circunstancias idénticas en donde se dieron procesos exitosos y de afuera fueron apropiados sin la mínima reacción de nuestra dirigencia. Para ellos hay más preguntas: ¿qué pasó con Caldera?, ¿En qué piensan invertir la plata de las ventas de Sosa y Pavone?, ¿en qué estado está el proceso de construcción de la nueva cancha? Aprendimos que Salgueiro, Lugüercio y Maggiolo no son Sosa, Caldera y Pavone. Nos quedó muy claro a todos, ¿todavía pretenden encarar la Libertadores con jugadores comprados en un Todo X 2 pesos?

El caso Simeone es difícil de cerrar, todavía no sabemos si putearlo o perdonarlo. Dejo en claro mi posición: el campeonato ganado no se olvida, la historia, madre y maestra de vida, dará se veredicto. Ahora, no olvidemos las lecciones que recibieron Mostaza y Burru, el primero fue echado como perro de River y Racing, y el otro cayó en el ostracismo en el club que lo vio nacer. Intuyo que algo parecido le pasará al Cholo en el club al que vaya (digámoslo sin eufemismos, River). La enseñanza que brinda es clara, deberían haberse quedado en Estudiantes para acceder a una instancia de gloria eterna, polvo místico, fulgor rojiblanco.

Ahora las miradas caen en el pelado capitán. Astuto se corrió y demoró una semana más sus declaraciones. Movedizo, sagaz, le apunta como francotirador a la cúpula. Un solo movimiento debería implicar la caída de toda una estructura y por lo tanto hay que meditarlo casi hasta la obsesión. Intentemos avizorar este nuevo horizonte. La oferta de Washington está y es importante, pero también la Libertadores 08 se vuelve un plato difícil de resistir por ser el único torneo que le falta disputar a la Brujita y más aún siendo la de Estudiantes la camiseta que tiene que defender. Por otra parte las elecciones del año que viene cambiaron sus condiciones, los tiempos políticos se adelantaron y quizás la alternativa de la presidencia no deba ser retrasada más de lo necesario. Abadie y Alegre están al alcance de la mira y el tiro podría ser letal. El Cholo se fue y se ganó la reprobación, la pregunta es si lo millones de los yanquis alcanzarán para tapar la desilusión que generaría la ida de la Bruja del equipo. Creo que no y él lo sabe. Cerca delas Puertas desea fervientemente contar con la Bruja en el equipo copero y también apoya su aventura a la presidencia del club. La alternativa política que se presenta resulta interesante y podría abrir un juego que podría ser provechoso para el club. No es la primera vez que acá nos pronunciamos por esta opción (Bruja presidente), sin embargo esto no invalida que se puedan reconocer muchos aciertos de la gestión actual, tan sólo es introducir el elemento crítico para darle más dinámica a la vida institucional. Tan simple y tan importante como eso.

Dentro del quilombo, un buen aporte sería parar la pelota y mirar un poco más allá. Podemos sin el Cholo y, aunque parezca contradictorio con lo dicho anteriormente, también podemos sin Sebastián. El equipo resurge como siempre, con una mística renovada, extravirgen. Fortalecimiento y generaciones que se renuevan. Y esa bronca que reverdece como un brío salvaje. El instinto animal y la vocacion de caza permanecen como siempre. Seguimos ahí, que ninguna lacra se ilusione.

Queda un equipo del carajo, el mundo no se termina en una declaración ni en un gesto. Hay un símbolo que me interesa destacar: el partido con Olimpo había terminado y el Chapu se iba sonriente. Le chupaba un huevo el ambiente, se iba contento porque se había ganado sus merecidas vacaciones y el equipo alcanzó 30 puntos. ¿Te quedás", le preguntaron, "si, si, me quedo". Y el fuego sagrado resplandeció en ese tipo que es pura sencillez. Alguien así vale oro, se queda y aguanta.

El último partido nos dejó muchas lecciones: la ovación al Cholo y su posterior desplante, un equipo fuerte que sigue en pie aún con tormentas, la estrategia de la Bruja y jugadores que van a tomar la posta: Piatti y Wilchez sobre todo. La delantera debe ser renovada y ojalá el técnico sea Caldera. Estos son mis deseos, mis tristezas y mis esperanzas. Exposición en carne viva, heridas aún sin cicatrizar. Cerca, tan cerca de las puertas, todavía estamos.