En principio creo que se trata de una experiencia de escritura más. Quería saber cómo iba a ser un post de la derrota. Desde que CDLP existe sólo hubo triunfos y un empate. Esto es nuevo. Desde el punto de la casuística era esperable. Se podía dilatar, extender, pero algún día íbamos a perder, y ellos a ganar.
Discrepo con quienes pensaban que era muy difícil perderlo. Se podía porque los astros, aburridos, en un partido intrascendente como este, podían jugarse la travesura de dar vuelta la taba. Y sabemos de sus caprichos, que son indiscutibles y hasta cierto punto incomprensibles. Invocar a nuestra diosa mística en cada momento, por cualquier motivo, devalúa su acción. La mística es para grandes gestas, resultados heroicos, partidos decisivos. Lo que pasó el miércoles no fue nada de esto.
Contra ellos ya demostramos todo lo que había para demostrar, nada más nos queda. El 7-0 no se olvida nunca más, es marca indeleble y hasta se filtró en nuestro lenguaje como huella identitaria. Pedir ganar hacia el infinito no es posible, y seamos sinceros: no sería justo. Un mínima alegría se merecen. Es decir, que algo cambie para que nada cambie. Lo único, sí, reconocer la molestia de tener que tolerarlos, revoloteando como moscas alrededor de su insignificancia. También hay tristeza, ¿por qué no reconocerlo? No está mal sentirse triste, así estuvimos junto a mi hija y mi viejo que me llamó a la noche por teléfono.
Nada cambio, todo continúa en su sitio. Seguimos con la mira puesta allá arriba, con un tropezón que debe ser capitalizado como conocimiento anexo. Ellos recibieron una felicidad luego de tanta oscuridad, como el vaso de agua al moribundo que extiende su agonía. El gesto resume la carga simbólica de la justicia. Algo para ellos, de otra manera no se puede continuar.Hace rato que el partido contra los 7rsi7eros dejó de generar algo de entusiasmo en nosotros, es bueno que la llama se reavive.
Volviendo a nuestro redil nos queda, como dije, aprender de esta experiencia. Descartar cualquier atisbo de recriminación contra los jugadores, entender que se trata de seres humanos susceptibles como cualquiera ante la presión, la cancha, y enendamosló: el desgano. Queda redoblar la fortaleza, la concentración y comprender que para ser vedaderamente grandes hay que saber aceptar las derrotas.
Por último, desde este cada vez más humilde espacio, quiero ratificar mi idolatría por Caldera. Aún sin compartir ni comprender sus útimas decisiones, lo sigo bancando.